Real Hearing. Tan real como en el tribunal


Pragmatismo y rigurosidad, dos principios que podrían parecer antagónicos, pero que, en equilibrio, son pieza fundamental de un buen informe de experto. Por Juan Pablo Philippi (FK Economics).

Partamos por el principio, ¿cuál es el objetivo de todo informe de experto? En términos muy simples -y siendo pragmáticos-, entregar un análisis objetivo e imparcial, e idealmente persuadir al tribunal respecto de sus conclusiones e implicancias. Puede ser la cuantía de los daños, la valorización de un proyecto, la aplicabilidad de ciertos criterios, la distribución de responsabilidades, entre muchos otros temas; pero lo cierto es que el experto siempre tendrá como misión principal persuadir al tribunal.

Y un primer principio, para que un experto sea creíble y por ende tenga capacidad de persuasión, es que su trabajo sea riguroso, es decir, exacto, preciso y minucioso en lo técnico. Pero también, e igual de importante, es que el experto y su trabajo cuente con un alto estándar de “rigurosidad moral”, es decir, que sea un trabajo transparente, razonable e imparcial. En simple, un informe que detalle bien el contexto, defina el alcance en lo que le fue solicitado -y no más-, identifique las fuentes de información, literatura de referencia, metodología y su aplicación -transparentando cada paso-; podríamos considerarlo un trabajo riguroso.

Y para los expertos técnicos, la rigurosidad muchas veces empieza por los datos. Nos encantan los datos, es nuestro principal insumo, y muchas veces volvemos locos a nuestros clientes con solicitudes de información gigantescas. Sin embargo, son pocos los casos donde se consigue todo lo que se quiere y, a ratos, se cree que por dicha carencia no podremos hacer el trabajo con toda la rigurosidad que se requiere. Y es en este tipo de situaciones donde el pragmatismo cobra mayor relevancia.

Algunos podrán pensar que el pragmatismo se puede interpretar como que “el fin justifica los medios”, donde el experto hará su mejor intento por “acomodar” la información disponible al servicio de lo que el cliente y sus abogados necesitan. Pero también se puede interpretar como una serie de elementos y acciones que debe tener el informe para que, dada la información disponible, logre su objetivo.

En concreto, identifico cuatro elementos que nos ayudan a hacer informes más pragmáticos y persuasivos:

  1. Ser breve y conciso: expresar las ideas con pocas y adecuadas palabras. Para cualquier persona un documento de 200 páginas es menos atractivo que uno de 50, especialmente cuándo no es de tu disciplina. No debemos aburrir al tribunal, más bien lo necesitamos atento y -ojalá- “entretenido” leyendo nuestro informe.
  2. Lenguaje sencillo: el tribunal, e idealmente las partes, debe entender lo que escribimos y para eso debemos hablar en su idioma. Que poco nos cuesta confundir a nuestros lectores, creemos que serán nuestros pares quienes lean el informe, pero lo cierto es que serán mayoritariamente abogados, profesionales de otra disciplina y por ende es nuestra obligación hacer la lectura más digerible y entendible por todos.
  3. Limitarse al alcance de lo solicitado: qué fácil es querer dictar cátedra respecto de ciertos aspectos o puntos que nos parecieron relevantes, pero que no nos fueron encomendados como parte del peritaje. ¡Para qué decir de los peritos que se pronuncian sobre temas jurídicos! Hacerlo solo merma el trabajo realizado por el experto.
  4. Transparencia: sin transparencia no somos creíbles y sin credibilidad simplemente es imposible persuadir a nadie. Debemos transparentar todo: desde los conflictos de interés en un principio, hasta la última ecuación que se utilizó para llegar a las estimaciones finales. Si no dudo de mi trabajo ni tengo nada que ocultar, una buena práctica es transparentar las memorias de cálculo, de manera tal de que cualquiera pueda replicar y llegar a los mismos resultados.

Los expertos no estamos para escribir papers académicos ni para ganarnos el premio Nobel, estamos para elaborar informes que sean efectivos en esclarecer ciertos puntos controvertidos. Y para eso, el experto debe ser pragmático y saber hacer lo mejor posible -lo más riguroso-, con la información y tiempo disponible.

Habrá casos donde la rigurosidad técnica se verá “limitada” y el perito tendrá que saber complementar con un alto estándar de rigurosidad moral, siendo sobre todo transparente acerca de sus debilidades.

“Lo perfecto es enemigo de lo posible” es una regla de oro en la elaboración de peritajes técnicos, y el mejor reflejo de que pragmatismo y rigurosidad no son principios antagónicos, sino que perfectos complementos.

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