In Memoriam
La huella que deja Carlos De los Santos en el arbitraje iberoamericano es profunda. Por Aníbal Sabater.
Carlos se unió a Garrigues en 1992 reclutado por Miguel Moscardó, cuando las firmas globales eran una rareza y ninguna de ellas provenía de España. Creció como abogado haciendo litigio comercial (fuimos oponentes en una audiencia judicial en 1999 o 2000, de la que recuerdo su impresionante conocimiento del expediente y la tranquilidad y exactitud con que se expresaba). Su práctica fue cambiando y centrándose gradualmente en el arbitraje internacional.
Garrigues lo nombró socio en 2003 y director del grupo de litigios y arbitraje en 2009. En virtud del cargo, le correspondió la contratación de especialistas en arbitraje para las oficinas que Garrigues iba abriendo o potenciando en México DF, Bogotá, Santiago de Chile o Londres. Llevó a cabo esta tarea con entusiasmo y realismo. Sabía que las firmas anglosajonas llevaban más tiempo en el mercado, pero también que quedaba un hueco para las hispanas que quisieran crear una red de oficinas internacionales dedicadas al arbitraje. Era un plan ambicioso que le generó alguna incomprensión y que Carlos consiguió ejecutar exitosamente con diplomacia y firmeza “marca de la casa”.
Su presencia en las Américas fue renovadora. Durante muchos años, los españoles habíamos sido reconocidos en el arbitraje internacional más como árbitros que como abogados. Carlos perteneció a una generación que invirtió esa tendencia: él siempre se consideró abogado primero y árbitro después.
En los últimos años trabajé con él en varios casos: como “co-counsel” sobre todo y alguna también como adversario. Siempre fue un placer. Explicaba las cuestiones difíciles con sencillez, era generoso con los oponentes y leal con los clientes.
Hace un año co-representamos a un cliente en un caso en el que la audiencia de fondo vino a coincidir con la tormenta Filomena, que paralizó Madrid. Aunque había motivos para pedir una suspensión, Carlos y su infatigable equipo (Margarita Soto, Alvaro Soriano) insistieron en seguir adelante.
Desde abril de 2020 Carlos era presidente del Club Español del Arbitraje, al que ayudó a superar fronteras. Su empeño fue hacer del Club una casa común para todos los abogados dedicados al arbitraje hispano-parlante, aunque no tuvieran una relación específica con España. El congreso del Club en septiembre de 2021 confirma lo exitosa que ha sido esta decisión.
Dejo para el final una nota personal importante: En un mundo profesional en el que el contacto humano tiende a la superficialidad, Carlos (igual que el recientemente fallecido Miguel Ángel Fernández-Ballesteros) ejercía de amigo y no ocultaba la importancia que su familia tenía para él. Era frecuente oírle hablar de su esposa e hijos o rechazar compromisos profesionales para estar con ellos. Tenía una idea muy clara de lo que estaba bien, se interesaba por los demás y se esforzaba por unirlos y tender puentes. Sin él, queda un hueco grande. Descanse en paz.